jueves, septiembre 26, 2013

[Actualizado] ¿CAMBIAR LA HORA? Sí, por supuesto; ya lo dije. Pero todo el resto (modificar los horarios de trabajo, adelantar el primetime de TV) que ocurra espontáneamente, sin imposición. O que no ocurra, porque como explica muy bien este artículo de El País las diferencias en los horarios españoles no tienen que ver necesariamente con el trabajo:
Angulo, responsable de la encuesta de empleo del tiempo que periódicamente realiza el INE entre la población española, considera que es muy difícil intervenir en las costumbres sociales. “Los usos del tiempo evolucionan muy lentamente. Se puede comprobar analizando las dos últimas encuestas que hemos hecho en esta área, la última 2009-2010 y la anterior en 2002-2003. Entre una y otra, pese a las medidas de conciliación y otras iniciativas que se pusieron en marcha en esos años, prácticamente no ha cambiado nada. Únicamente se observa que los hombres dedican un poco más de tiempo al hogar, pero no porque se concilie más, sino porque ha disminuido el tiempo de trabajo por la crisis”.

“El cambio inducido desde las leyes no garantiza el cambio real, pero sí puede propiciarlo”, opina la socióloga María Ángeles Durán, investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). “No veo difícil que se atrasen o adelanten los relojes, ya lo estamos haciendo dos veces al año sin grandes problemas. Más difícil que el horario es el contenido, o sea, el uso y distribución del tiempo, que por ahora es muy diferente en España para mujeres y hombres. Para que facilite de modo importante la conciliación y la igualdad, ese cambio administrativo tiene que ir acompañado de campañas de sensibilización y de creación de servicios que reemplacen lo que se quiere suprimir”, añade.

Durán advierte de que en este proceso no todo puede basarse en los horarios laborales. “No se puede olvidar que la socialidad —el tiempo que se pasa o comparte con amigos y familiares— es un valor importante de la cultura española, y que en los indicadores de bienestar personal este país está mejor que la mayoría de los europeos a pesar de todos los otros indicadores desventajosos”, apunta.

¿Quiere eso decir que, en el fondo, en España se vive mejor pese a sus horarios irracionales? “En realidad, no sabemos qué es mejor en términos de calidad de vida. Tenemos, por un lado, el indicador de los horarios laborales, que marcan los ritmos diarios y efectivamente dejan poco espacio para la vida personal. Pero también es verdad que la organización de los tiempos no solo responde a los ritmos del trabajo, sino a patrones culturales. Por ejemplo, en España aún es posible comer en familia, sobre todo en ciudades pequeñas, mientras que en los países vecinos es mucho más difícil. Y comer en casa o en familia es un indicador de bienestar”, explica Juan José Lorenzo Castiñeiras, sociólogo investigador de la Universidad de Santiago de Compostela.
Olvidamos que estamos en un país en el que el clima de la mayor parte del año invita a quedar con los amigos a tomar unas cañas al salir del trabajo y no a correr a casa a calentarse delante de la chiemenea, como ocurre en los países más septentrionales que se ponen como ejemplo. Porque a lo mejor adelantamos el primetime de TV y resulta que la gente llega a casa tarde igual, pero no por el trabajo sino porque ha estado tomando algo y prefiere cenar y fregar los platos antes de sentarse en el sofá a ver la peli.

ACTUALIZACIÓN. Y encima resulta que eso de que trabajamos cada vez más horas y por eso más que nunca hay que conciliar horarios y tal es un mito. Quizás haya que conciliarlos pero no porque trabajemos más, porque según datos de la OCDE, en España se trabajan menos horas que en 1990.