domingo, diciembre 23, 2012

SOSTRES, ¿tu mamá no te dijo que no hay que tuitear cuando se vuelve de fiesta?

Porque si uno se va de cena con los amigos, y después de copas, puede alcanzar un estado de euforia, embebido en más de un sentido de espíritu navideño, por lo que se ve (para quien no lo conozca: en esta foto es el segundo por la derecha), y la regla número uno de la sensatez es evitar conductas de riesgo. En esos casos lo recomendable es llegar a casa y meterse directo en la cama a dormirla, ¿verdad? Pues no; nuestro amigo Sostres decide conectarse a Twitter y,  como un preadolescente despechado dispuesto a saldar cuentas, se acuerda de lo ocurrido horas antes y escribe esto a las 4:51 de la madrugada:
[Traduzco: "hay una tara mental que es metáfora de las otras: hacer juegos de palabras con los nombres. Ostres, Sostres. Silla de ruedas moral."]

O sea que ahora mi problema ya no es la falta de inteligencia para apreciar su retórica eliminacionista, sino que la cosa ha evolucionado (quizás debido a compartir alcoholes con otro buen amigo de este blog; compadezco a Carlos Herrera y a Juan Carlos Girauta, ni me imagino lo que debieron de tener que aguantar la conversación que los otros dos debieron tener durante la cena).

No; ahora soy directamente un tarado mental, como metáfora de otras taras, cabe deducir que físicas (¿hay algún otro tipo?)

Vamos a ver si lo entiendo:

Yo soy el falto de inteligencia, pero es Sostres quien sigue escribiéndome tuits después de haberme bloqueado, cuando hasta mi sobrina de 9 años sabe que el bloqueado no los puede ver (por lo menos en teoría; hay maneras, sobre todo si la gente te avisa).

Yo soy el cortito, pero es él quien parece ignorar que las acusaciones de falta de inteligencia dicen más de quien las formula que de aquél contra quien se formula. Es como el viejo dicho popular de los pedos; el primero que los huele es el que se lo ha tirado.

Yo soy el poco inteligente, pero es Sostres quien se ofende por un benigno juego de palabras (¿cuantos años tiene, doce?) que no le había molestado en ninguna ocasión anterior salvo ayer, cuando lo usé para criticar un lamentable texto suyo. Y que podría decirse que en realidad no es ni juego de palabras sino una rima inocente. Un juego de palabras con su apellido sería, por ejemplo, llamarle "Salvador SosTroll", que es lo que de verdad merece: porque es como un troll, sólo que uno que dispone de una tribuna pública en un medio de comunicación mainstream. Seguro que a su empleador le encantará saberlo.

Yo soy el tarado moral, pero es Sostres quien alude a circunstancias personales que él conoce y que no tienen nada que ver con lo que se está hablando.

[Y aquí me veo obligado a incluir una pequeña explicación: los que no me conocéis personalmente quizás no sepáis que, en efecto, utilizo una silla de ruedas como consecuencia de una enfermedad vírica que padecí cuando era un bebé de seis meses —ahora tengo unos cuantos más...— y de la que me recuperé completamente, pero que me dejó unas secuelas que no me han impedido llevar una vida total y absolutamente plena y activa tanto en lo profesional como en lo personal y en lo afectivo, acompañado de gente tan fabulosa que a veces creo que no la merezco. Si no hago bandera de ello no es porque quiera esconderlo —sería absurdo—, sino simplemente porque ni me acuerdo ni me define como persona ni aun menos como profesional. Para mi, usar una silla de ruedas es como llevar gafas. Ambos son dispositivos que me permiten hacer cosas que no podría hacer sin ellos: leer (las gafas), ir a donde me apetezca, cuando me apetezca, y con quien me apetezca (la silla). Pero es que, creedme, no me acuerdo más que cuando sale el tema, como es ahora. No hablo de ello del mismo modo que tampoco voy diciendo a las primeras de cambio que uso gafas. Nadie lo hace. Jamás he usado esta circunstancia para lanzar críticas y después escudarme en ella para evitar la reacción del criticado; la prueba es que si no me conocéis personalmente no lo sabíais, tras 13.000 posts en este blog, 45.000 tuits en Twitter, y un buen número de artículos publicados en España, Europa y Estados Unidos, así como tras unas cuantas apariciones en medios audiovisuales en ambos lados del Atlántico. Y, como os decía, considero que no es algo que me defina, aunque por lo visto algunas mentes particularmente mediocres es lo único que ven].

En fin, voy a dejar el tema aquí porque si no acabará pareciéndose a Sálvame. Que conste que no le estoy pidiendo a Sostres que deje de decir lo que dice: por mí puede seguir adelante todo lo que quiera, cuanto más insista más se pondrá en evidencia, aunque a veces duele ver a alguien revolcarse en sus propias miserias. Por mi parte, a partir de ahora voy a dar la máxima difusión a lo que pueda decir sobre el tema (cuanta más gente sepa de qué pie calza mejor).

Y es que hay cosas que se responden solas.

ACTUALIZACIÓN. Mientras estaba escribiendo esto me pasan este texto en El Mundo. Entiendo que puede ir por mi, aunque habla de "tarados que no salen de casa", lo que casa mal con las varias veces que hemos coincidido, e incluso charlado unos momentos, en restaurantes, o en actos públicos (de hecho yo le conocí en carne y hueso en una entrega de premios de una fundación barcelonesa). Claro que a veces los vapores hacen olvidar cosas; todo puede ser. En cualquier caso, este texto vuelve a recordarme lo de los pedos que decía antes. Si lo queréis más fino, a lo que Freud llamaría proyección.

En fin: todo esto me provoca bastante vergüenza ajena. Si hubiese de ejercer de psicólogo aficionado diría que sospecho que el pobre Sostres podría haber sido objeto de bastantes burlas en el cole durante su infancia y adolescencia y ahora está intentando vengarse del mundo siempre que puede. Enmascara sus carencias mediante la agresividad, primero, y también a través la estudiada creación de un personaje refinado y sofisticado que quizás le consuele, pero que no cuela porque es evidente que no es precisamente un Christian Grey local. Las personas verdaderamente refinadas y sofisticadas no alardean de en qué restaurantes comen, en qué hoteles se alojan, ni a qué ciudades viajan. Y cuando lo hacen hablan siempre en tercera persona, sin ponerse a ellos mismos como protagonistas.

Hacerlo no es ser sofisticado. Es ser un simple snob.

ACTUALIZACIÓN II. Veo ahora que Sostres ha borrado el tuit; aún así, me aconsejan que publique este post sobre todo para evitar que vuelva a hacerlo en el futuro —además guardo captura de pantalla, como imagináis—, así que he decidido hacerlo. De hecho, en un país serio, con un sector periodístico maduro, algo así supondría la condena al ostracismo profesional del personaje. Por mucho menos que esto, conocidos periodistas estadounidenses han sido despedidos de forma fulminante.