lunes, abril 26, 2010

CHELO APARICIO:
Hubo una vez un país que renació de las tinieblas, y hasta los más timoratos se contagiaron de la emoción democrática. Aquel noviembre de 1978, en vísperas del referéndum constitucional, jóvenes comunistas, aislados, pero visibles, exhibían orgullosos en campus, fábricas y calles españolas las pegatinas del "Sí". La calle cambió sus decorados, desde las carreras ante la policía a una eclosión de concentraciones y encuentros en los que se festejó la tolerancia.

Algunos de aquellos comunistas se pasearon con su "Bai" (sí, en euskera) por los reductos más cerrados del independentismo. Creyeron en el triunfo de la convivencia. Otros, más radicales, perseveraron en la exaltación de la ruptura frente a la reforma, y luego disfrutaron de los beneficios de la democracia. Sólo hubo pasado un año de las masivas manifestaciones en reclamación de la amnistía: "Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía", que se gritaba en Barcelona. En Vizcaya, la reclamación de amnistía costó la vida a siete manifestantes en apenas una semana. Era abril de 1977.
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