domingo, febrero 07, 2010

JESÚS CACHO:
Lo cuenta la impresionante película Hirschbiegel, y lo han contado infinidad de autores que han rastreado los últimos días del gran dictador en su búnker berlinés: Iracundo y tembloroso, el dictador aun esperaba, apenas 24 horas de pegarse un tiro en la sien, la llegada milagrosa de inexistentes ejércitos dispuestos a salvarle del asedio de los soldados soviéticos que, al mando del mariscal Zhukov, ya se encontraban en los arrabales de Berlín. “Pero, ¿dónde está Steiner? ¿Por qué no ataca? ¿Y qué pasa con el 9º Ejército de Wenck…?” Rodríguez Zapatero también reclama ahora la presencia de tropas celestiales dispuestas a hacer realidad el milagro de sacarle de esta pesadilla. Nuestro  insensato general creyó primero que la burbuja española era eterna; luego negó a pies juntillas que hubiera crisis; más tarde acusó de la misma a los norteamericanos; después imaginó haber hallado el bálsamo de Fierabrás inyectando dinero público a mansalva (“¡no me digas, Pedro, que no hay dinero para hacer política…!”), y finalmente, con la soga al cuello, pensó que del lío nos iban a sacar alemanes y franceses creciendo a ritmo bastante para tirar de nuestras exportaciones.
Como al monstruo austriaco, también a ZP se le han ido derrumbando sus ejércitos de arena. Escena contemplada el jueves en Washington tras el Desayuno Nacional de Oración, ese templo del cristianismo USA más conservador en el que el ateo Zapatero trató de poner el huevo de su relativismo moral como Erasmo puso el de la Reforma. Ante un grupo de empresarios hispanos que obedientemente le ha acompañado al acto (“es que no hemos podido decir que no; Bernardino León ha llamado personalmente uno por uno”), ZP muestra su extrañeza por lo que, según le cuentan, está ocurriendo en la Bolsa de Madrid.
- Pero no entiendo por qué le están dando al Santander de esta forma, si ha presentado unos resultados cojonudos…
- Presidente, el problema no es el Santander, sino el riesgo España.
- ¿Ah, sí…?
Y con gesto perplejo y sin mediar explicación se da la vuelta para preguntar no sé qué cuestión a sus aides de chambre, dejando a los empresarios con la palabra en la boca.