domingo, abril 13, 2008

ELVIRA LINDO:
Los fanáticos son más felices que los moderados, sea cual sea la ideología en la que está instalado su fanatismo. Esta afirmación forma parte de un estudio sobre la felicidad publicado en The Economist. Lo comparto absolutamente. Moderado es la palabra basura del diccionario político. El militante de izquierdas tenía (y tiene) por costumbre despreciar a los moderados; el de derechas pensaba (o piensa) que los moderados de izquierdas querían robarle su espacio natural. El moderado fue, y sigue siendo, el payaso que se lleva las bofetadas. Ya no digamos en el mundo de la cultura, donde cualquiera se define a sí mismo como un radical. Transgresor es la palabra clave. La pregunta eterna es: ¿cómo puede uno definirse a sí mismo como transgresor y que no se le caiga la cara de vergüenza? La respuesta está cada mañana al abrir el periódico, donde el lector se topa, sobre todo en las secciones de cultura, con varios autodefinidos transgresores. Al autodefinido transgresor nadie le pregunta cómo se compagina semejante transgresión con el estar enrocado, como un mejillón, a la cultura oficial y a la rebeldía subvencionada. Nadie le dice: "¿A usted no le parece sospechoso que su transgresión entusiasme a todo el mundo?". Ah, pero es que ese "todo el mundo" que asiste embobado a los espectáculos del transgresor también quiere sentirse parte de la parroquia transgresora. Todo esto, en fin, es muy antiguo.
Seguid leyendo, hay mucho más, incluyendo un recuerdo a Charlton Heston y un capón a unos cuantos que lo ridiculizaron.