jueves, marzo 15, 2007

ENTRE AYER y hoy, dentro de poco voy a tener que dejar de decir que Ignacio Camacho no está entre mis columnistas favoritos. Porque hoy se sale, en el fondo y en la forma:
MÁS antiguo que el hilo negro. Eso es lo que resulta el tal Moreno Montoya, que rima con joya, con su zafia pornoexposición blasfema y su soez provocación de vía estrecha. Subvencionada por la Junta de Extremadura, porque eso sí, aquí somos todos muy modernos, muy rompedores y muy vanguardistas, pero la modernidad y el rupturismo los tiene que apoquinar el contribuyente. Y si al contribuyente, pongamos por caso, le ofende o le repugna que el moderno de guardia se tome sus creencias a grosera chacota, pues que se fastidie. Agua y ajo. Que rima con Tajo.

El tal Moreno Montoya, que rima con bambolla, se cree un heterodoxo incomprendido, un atrevido iconoclasta que pone en solfa con brillante rebeldía la moral establecida y la hipocresía católica, pero no es más que un triste, rancio y rijoso victimista. Que además juega con ventaja. Primero porque su presunta transgresión creativa se acolcha en el cojín de la subvención oficial, y segundo porque sabe que ni la Iglesia ni sus fieles van a hacer otra cosa que escandalizarse durante un ratito y acordarse de su señores padres durante otro. Inofensivo todo ello. Por el contrario, si este preclaro Cartier-Bresson extremeño, este ilustre Hamilton de la dehesa, este egregio Man Ray del alcornocal, hubiese desplegado todo su desafiante coraje en retratar a Mahoma masturbándose con Jadicha o sodomizando a un camello, no encontraría en todo el planeta un agujero lo bastante profundo para ponerse a salvo de la santa ira de los hijos de Alá. Y ninguna Alianza de Civilizaciones podría esquivar la fatwa sangrienta que caería sobre el político capaz de subvencionarle su escatológico delirio.
Nos perdáis el resto.