martes, marzo 20, 2007

EL EDITORIAL del ABC de hoy sobre el cuarto aniversario del inicio de la guerra de Iraq es particularmente interesante, más de lo que indica el título, "Las esperanzas rotas de los iraquíes". No menos interesante era el de ayer del Washington Post; recomiendo leer ambos junto al artículo de Christopher Hitchens que enlacé ayer.

Creo que la conclusión es clara: más que volver al ejercicio -a estas alturas estéril- de por qué empezó la guerra, creo que cualquier persona sensata, independientemente de cuál fuera su postura ante el conflicto, debería estar de acuerdo en que irse de allí sería infinitamente peor. Además, la gente de al-Qaeda y los elementos locales de la insurgencia, aunque parezca que van a la suya, saben muy bien lo que hacen. Ven la TV por satélite y navegan por internet. Se dan cuenta de que, cuanta más gente se llevan por delante a bombazos, más se intensifica en Occidente la presión para una retirada. Ven cómo se está culpando a , Blé -y aquí a Ansar- de los miles y miles de muertos que están cayendo allí, a pesar de que la mayoría han muerto como consecuencia de acciones terroristas. Observan cómo nadie se da cuenta de la incongruencia de que se supone que están luchando por la retirada de los aliados mediante acciones terroristas que sólo prolongan su estancia e impiden su vuelta a casa hasta que las cosas se tranquilicen; si no hubiese atentados terroristas, probablemente la práctica totalidad de las fuerzas de ocupación a estas alturas estarían haciendo barbacoas en el jardín de casa en Carolina del Sur o Texas.

Ahora decidme: si uno ve que la culpa de lo que está haciendo no le cae a uno sino al "enemigo", ¿no tiene entonces un incentivo para seguir, ya que lo que uno hace le sale gratis? Si yo veo que atraco un banco y que le echan la culpa a quien más odio, probablemente atracaría un banco cada día. Más que por el dinero que obtendría en cada ocasión, por el mero hecho de que el marrón le cae a ese a quien le deseo los mayores males posibles.

Que quede muy claro que no estoy culpando a los que piden la retirada de Iraq de las muertes que se están produciendo en Iraq. A unos cuantos sí, pero ni mucho menos a todos. Pero es simplemente la constatación de un hecho objetivo del que muchos manifestantes no se dan cuenta: que sus posturas, aunque sean a miles de kilómetros de distancia, tienen consecuencias no únicamente en las sedes del gobierno de su propio país sino en el mismo teatro de operaciones.

ACTUALIZACIÓN. En cambio, El País, tanto en su editorial como en el artículo de Garzón (menos mal que los jueces no deben meterse en cuestiones politicas...) son tan previsibles como llenos de distorsiones y medias verdades mil veces refutadas. Ni la guerra se basó sólo en dos motivos, sino exactamente veintisiete, ni uno de ellos fue la relación de Saddam con el 11-S sino sólamente con el terrorismo internacional (que salvo que uno sea muy obtuso, se da cuenta inmediatamente de que no es lo mismo), ni sólo Bush creía que Iraq tenía armas de destrucción masiva. Lo creían dirigentes de medio mundo, sobre todo occidentales, incluidos los que estaban en contra de la guerra porque, decían, provocaría que Saddam usara el arsenal que tenía. Uno de ellos era Zapatero, claro.

Y porque como tantas veces, caen en otro error propio de quien no tiene demasiadas luces: cuando se afirma algo y luego ese algo acaba no siendo así (como el asunto de las ADM de Iraq) no quiere decir que se esté mintiendo. Puede ser simplemente que se esté equivocado (¿mintió o se equivocó Zapatero cuando el 30 de diciembre, un día antes del atentado de Barajas, dijo que el asunto ETA estaba mejor?). Y ni siquiera está nada claro que en el asunto de las ADM de Iraq, los asesinos invasores estuviesen equivocados.