martes, agosto 08, 2006

EL SOL YA COMPENSA, escribe irónicamente Francesc-Marc Alvaro:
Recuerdo a unos alemanes la mar de simpáticos que, cuando yo era pequeño, pasaban sus vacaciones en la Costa Daurada. Esta gente, según me refresca un familiar, tenía una peculiar visión de la dictadura franquista y del futuro que les convenía a los habitantes de las Españas. Lo explicaban claramente: "No se preocupen ustedes tanto por la democracia, deben estar bien preparados, no corran mucho, hay que ir con cuidado; además, con el sol, el clima estupendo y el turismo, ustedes tienen asegurado el progreso, seguro". Estos turistas alemanes eran gente magnífica (dejaban buenas propinas y regalaban cosas al indígena agradecido), que se pasaba un mes entero tostándose en la playa, comiendo paella y tortilla de patatas, bebiendo vino y cerveza y haciendo excursiones. Eran alemanes civilizados, afiliados a un gran sindicato y votantes de los socialdemócratas, pero se miraban España con una curiosa mezcla de paternalismo, comercio y lejanía. La España del turismo y del desarrollo les ofrecía un buen lugar de vacaciones, con gente simpática y alegre a su servicio. Para estos alemanes, Franco era un personaje como de ficción, un abuelo que veían en las fotos oficiales de la oficina de correos, de la comisaría y del dispensario local. ¿Para qué iban a complicarse la vida los españoles?

Pienso en estos alemanes al escuchar y leer muchos juicios actuales de nuestros conciudadanos sobre la dictadura de Fidel Castro. No hablo ahora de la defensa ideológica del tirano que hacen los voceros de la ultraizquierda local. Me refiero más bien a un general sentido de comprensión y tolerancia hacia un régimen opresor que comparten muchas gentes de aquí, como si el sol, las palmeras, los cuerpos mulatos y los mojitos hicieran que una dictadura fuera menos dictadura. Al parecer, si no pasas largos meses de frío no tienes derecho a esperar que la dictadura que sufres sea tomada en serio por los visitantes de otros países. Además, tampoco faltan quienes, dando lecciones de transición democrática, se permiten sentenciar sobre el ritmo adecuado de los cambios y las verdaderas necesidades del pueblo cubano.

Los catalanes y españoles que se miran la Cuba de Castro como se miraban la España de Franco muchos europeos deberían tener mejor memoria y recordar que, detrás del automóvil 600 y del bikini de las suecas, había falta de libertades, corrupción estructural y personas encarceladas por sus ideas y crímenes de Estado. El buen alemán que se pasaba aquí un mes, y volvía a casa como una gamba y macerado en sangría, no se enteraba de nada. Exactamente igual que nuestros paisanos hoy en la playa de Varadero.