miércoles, febrero 08, 2006

LAS VIÑETAS DEL Jyllands-Posten fueron publicadas hace cinco meses en Egipto sin que provocaran la más mínima protesta. Claro, eso fue antes de la gira del imán danés por Oriente Medio con su dossier en el que incluía las tres viñetas de propina, una de ellas ridículamente falsa.

Hablando del imán, ayer era entrevistado en La Vanguardia en la que, muy habitual en estos casos, deslizaba amenazas bajo un falso tono de apaciguamiento. Por supuesto, el entrevistador no le preguntó sobre las viñetas falsas. Lo más alucinante fue esta respuesta:
- En el sermón del pasado viernes dijo que para usted Mahoma es sagrado, mientras que para la prensa danesa la libertad de expresión es sagrada. Esto es interesante, pero usted vive en Dinamarca, donde la libertad de expresión es sagrada. Muchos daneses dirán que debe aceptarlo.

- Si un rey le invitase a su palacio de cien habitaciones y le dijese: "Usted es mi invitado durante una semana y podrá utilizar todas las habitaciones menos una. Podrá utilizar 99", en una semana no tendría tiempo de pasar por las 99, así que no se sentiría limitado. Así que si nos olvidamos de los profetas de Dios [ al hacer caricaturas], no perderemos nuestra libertad de expresión.
Aparte de que la respuesta no tiene demasiado sentido, fijaos en el detalle que trasluce: él, y quienes piensan como él, son los que consideran que graciosamente están invitando a los demás y éstos son los que tienen que ser respetuosos con su anfitrión que, magnánimamente, les permite hacer lo que quieran salvo entrar en esa habitación prohibida. Es exactamente al revés, por supuesto: es Dinamarca el anfitrión, y es Dinamarca quien permite -como toda sociedad democrática occidental- que los ciudadanos hagan lo que estimen oportuno, salvo limitar la libertad (de expresión, en este caso) de los demás. Que es precisamente lo que pretende el imán.