sábado, octubre 29, 2005

VARIOS LECTORES me piden que comente el procesamiento de Scooter Libby en relación con el affaire Wilson. La verdad es que la cobertura de los medios españoles es tan, pero que tan deficiente que sería una tarea titánica intentar deshacer todos los errores y tergiversaciones que están recogiendo. Cierto, el asunto no podría ser más enrevesado, pero eso no es excusa; para eso se les paga. Especialmente sangrante es la omisión en todos ellos del hecho de que esas afirmaciones de Wilson que supuestamente demostraban la falsedad de los argumentos de para meter al país en una guerra han quedado desmentidas no una sino dos veces: por el informe del Senado de EEUU y por la comisión Butler en el Reino Unido: traté de estos problemas de Wilson y su credibilidad en un post de hace tiempo. Si os interesa, Stephen Hayes lo desmenuza todo en dos artículos imprescindibles sobre el tema (uno, dos).

Algunos medios están diciendo que fue Wilson quien denunció que los famosos documentos sobre una operación de compra de uranio por parte de Iraq en Níger eran falsos, y que de ahí viene todo el embrollo. Pero no es así: él fue a Níger en primavera de 2002 y esos documentos no aparecieron hasta octubre de ese año. Es decir, él no podía haberlos visto y por tanto mal podía haber demostrado que las firmas y las fechas eran falsas. De hecho, en esos documentos falsificados está implicado hasta las cejas no EEUU, sino Francia. Lo dije en dos ocasiones a mediados del año pasado (una, dos), y acaba de ser confirmado ahora por el italiano que los entregó en la embajada estadounidense de Roma.

Los cargos contra Libby se centran básicamente en lo que el fiscal alega que son afirmaciones falsas realizadas por aquél en el transcurso de la investigación; en un primer momento, Libby afirmó ante el gran jurado que había conocido que Plame era una antigua espía de la CIA a través de conversaciones con periodistas, cuando resulta que había hablado antes del tema en unas siete ocasiones con varios miembros de la administración Bush, entre ellas con el vicepresidente Cheney. Por supuesto, no hay delito en que varios miembros de ésta hablaran internamente sobre alguien; el crimen sería haber mentido ante un gran jurado.

Siendo grave -en Estados Unidos; aquí uno puede mentir en comisiones parlamentarias y la cosa queda como poco más que una anécdota-, no puede pasarse por algo que se trata de un aspecto adjetivo, no sustantivo, del asunto. Vamos, que es el mismo tipo de delito que cometió Clinton cuando negó bajo juramento haber mantenido relaciones sexuales con la becaria. No hay cargos en relación con el descubrimiento de Plame en sí mismo, y el hecho de que el fiscal no haya hecho mención a ello hace pensar que éste no es delito: la ley dice que los antiguos agentes encubiertos (no cualquier persona que trabaje en la CIA, sino los que están operando de forma secreta en misiones en el extranjero) están protegidos durante los cinco años siguientes desde que dejan de operan como encubiertos, y aparentemente Wilson llevaba ese tiempo trabajando sin cobertura; de hecho, entrando a cara descubierta en Langley cada mañana al volante de su coche, lo que es una forma cuando menos curiosa de ejercer de "agente secreto". Además, la revelación debe haberse hecho con el objetivo explícito de ponerlos al descubierto, lo que es enormemente difícil de probar. Sobre todo si se tiene en cuenta que esas especulaciones entre periodistas y miembros del equipo de Bush sobre la identidad de Plame podían girar más en torno a esclarecer por qué Wilson iba diciendo falsedades por ahí tras una misión encargada por la agencia en la que trabaja su mujer que, dicho sea de paso, sí le había recomendado para ella a pesar de las vehementes negativas de los implicados; no hay más que ver el informe del Senado para darse cuenta de la doblez de Wilson.

Por otro lado, por lo visto cualquiera habría podido averiguar la identidad de Valerie Plame consultando el Who's Who...

Las claves de todo el asunto son: primero, quién fue la fuente del artículo de Robert Novak en el que descubrió a Plame repitiendo lo que le habían dicho dos miembros del gobierno. Novak ha testificado ante ese gran jurado y, al no haber sido encarcelado por no revelar sus fuentes como lo fue Judith Miller, da que pensar que cantó y que, por tanto, el fiscal sabe de quién o quiénes se trata. Sin embargo no ha presentado cargos contra nadie más que Libby, y sólo por perjurio y obstrucción a la justicia. Ello refuerza la tesis de que no ha existido delito en la revelación de que Valerie Plame trabajaba en la CIA.

Segunda, preguntarse por qué Libby mintió diciendo que había sabido de Plame por periodistas, cuando podía perfectamente haber dicho que se había enterado de ello por haber hablado con sus "compañeros de trabajo", algo perfectamente legal. El Christian Science Monitor analiza este hecho y las diferentes posibilidades.

Más información por Tom Maguire (el especialista en el affaire), Austin Bay (no os perdáis los comentarios) y Glenn Reynolds.