martes, septiembre 20, 2005

EL EDITORIALISTA de La Vanguardia comenta la distensión nuclear norcoreana:
Estados Unidos y Corea del Norte suscribieron en 1994 un acuerdo bilateral que, en la práctica, suponía la renuncia del régimen norcoreano a la autonomía nuclear. Sin embargo, la inclusión de Pyongyang en el llamado eje del mal propició un grave deterioro de la situación, que culminó con la declaración norcoreana de octubre del 2002, en la que el régimen de Kim Jong Il reconocía haber reanudado su programa armamentístico nuclear.
Así que lo que deterioró la situación fue la inclusión del país en el eje del mal y no la constatación, ya durante la propia administración Clinton (a través del testimonio de científicos evadidos del país asiático y de informes de la Agencia Internacional de la Energía Atómica), de que Kim estaba burlando ese acuerdo nuclear, desarrollando tecnología para armas nucleares a pesar de que se había comprometido a no hacerlo a cambio de ayuda. Pues no: Lo que Kim Jong Il reconocía en octubre del año 2002 no es que iba a reanudar su programa armamentístico nuclear, sino que no lo había interrumpido nunca.

El diario barcelonés una vez más altera causa y efecto; aparentemente, no es que el país fuera incluido en el eje del mal por haber estado engañando a la comunidad internacional con un programa clandestino, sino que al haber sido su líder injustamente acusado por sin motivo alguno, no le quedó más remedio que ponerse a trabajar en ese ámbito. Por supuesto, dar la vuelta al calcetín sólo es posible si se oculta a los lectores ese pequeño detalle del engaño de Kim Jong Il.