martes, agosto 30, 2005

EL ESTADISTA anteriormente conocido como Monstruo:
LA retirada de Gaza ha agregado un componente efectivo de visión histórica a una biografía como la de Ariel Sharón, curtida por la astucia y la determinación, y tan vejada en los últimos tiempos por la crítica enconada de quienes desean ignorar que el Estado de Israel es un confín de libertad y democracia en un desierto de autocracia y corrupción. Se da un cierto paralelismo entre el gesto de Charles De Gaulle al prenunciar la independencia de Argelia después de haber dicho que comprendía los anhelos de la Argelia francesa. Sharón sostuvo la colonización del territorio de Gaza y ahora ha desmantelado todos los asentamientos. Aunque con el riesgo de una respuesta sangrienta de Hamás, Sharón cuenta con que después de la desaparición de Arafat el liderazgo palestino nunca había sido tan moderado. Un Sharón que se ha moderado ostensiblemente después de demostrar que es capaz de utilizar su fuerza; un Mahmud Abbas que conoce el hartazgo de violencia y cohecho de la gente palestina, urgida de paz y trabajo, después de haber sido engañada tantas veces por sus propios líderes. Algo está cambiando en el Oriente Medio y huele bien.

Aún falta trecho. Por el momento, el componente victimista de un movimiento como Fatah ostenta la retirada israelí de Gaza como una victoria del irredentismo palestino. Luego, en algún tramo del camino, puede recomponerse el mapa de la ruta. Por ahora, la iniciativa es de Israel, en todos los sentidos. Como ha escrito Shimon Peres en estos días, en Oriente Medio es más sensato dar saltos largos que saltos altos: la desconexión de Gaza es un salto largo y no será el último, mientras que en el Camp David del año 2000 se intentó un salto alto y hicieron falta años para recuperarse e intentarlo de nuevo. Quien midió el salto de Gaza se llama Ariel Sharón, el depredador, el genocida, el monstruo. El «New York Times», nunca muy amistoso con Sharón, ahora le reconoce capacidad de estadista. No llegarán a tanto quienes entre nosotros pronto añorarán los asentamientos de Gaza porque les daban ocasión para exhibir una indignación moral muy selectiva, del mismo modo que en otro sentido echan de menos el viejo muro de Berlín.
Seguid leyendo al incomparable Valentí Puig.