jueves, junio 16, 2005

LUCRECIO:
Lo que ayer declaraba el Fiscal General, Conde Pumpido, que “vociferar” contra un ministro es un delito, no admite comparación, desde luego, con lo que Barrionuevo, Vera y sus matarifes ejecutaron: secuestro, robo, desaparición, tortura, asesinato… Pero en ningún país de Europa que yo conozca (dejo al margen la cosa de Putin y otros despojos del estalinismo), un Fiscal General que formulara semejante violación de las garantías constitucionales duraría en su cargo más de diez minutos.
Se supone que es Bush el fascista, presidiendo un país en el que no se admite la más mínima crítica al poder. A la luz de esto, o de las pancartas contra Carod-Rovira en Salamanca (reprobables, pero no trascendentes a menos que se quiera sacar las cosas de madre, como de hecho se está haciendo), sólo imaginad lo que habrían tardado nuestros notables en gritar "si es que es como Hitler" si al gobierno de EEUU se le hubiese ocurrido poner en marcha la maquinaria judicial en contra de todos los que paseaban, en las manifestaciones durante la guerra y en la campaña electoral, ataúdes con el nombre de Bush grabado en ellos, fotografías con Bush en la diana, camisetas y fotografías abogando por su asesinato, o monigotes ahorcados con su efigie. O simplemente contra los que mostraban actitudes vociferantes.

Naturalmente lo mismo se puede decir en nuestro país durante las protestas noalaguerraquesmúperra; ¿cuántos carteles con nombres en una diana, cuántos espantajos con la careta de políticos se pasearon por las calles de nuestras ciudades? Traigo antes el ejemplo de Bush sólo porque a muchos aún les escuece más que les comparen con el malvado presidente neocón que con Ansar, que no es poco. Y porque es preocupante ver cómo quienes critican a Bush por aplastar las libertades civiles están actuando como el malvado cowboy no se habría atrevido a hacerlo jamás. Y de haberse atrevido la reacción popular hubiese sido incomensurable. Pero claro, allí hay una democracia madura que considera la libertad de expresión y manifestación como un derecho fundamental, y donde ejercerla de forma irresponsable no acarrea consecuencias judiciales sino el mero descrédito del ejercitador, como debe ser.

Aquí usamos y abusamos de la famosa frase de Voltaire sólo para defendernos preventivamente de las posibles críticas a lo que digamos, pero nos olvidamos de ella tan pronto son otros los que abren la boca.

ACTUALIZACIÓN. Martín Ferrand:
Cuando, por ejemplo, el fiscal general del Estado, el muy obediente y disciplinado socialista Cándido Conde-Pumpido, sostiene que dos militantes del PP son sospechosos -¡de agredir al no agredido José Bono!- porque aparecen en unas fotografías «en actitud vociferante» no es que esté atentando contra los fundamentos del Estado de Derecho, que eso ha pasado a ser rutina en la mezcolanza promiscua de los poderes clásicos del Estado. Es que les está faltando al respeto a todos los protagonistas de la historia, desde las Fuerzas de Seguridad, que no vieron lo que el fiscal asegura que llegaron a ver, hasta los vociferantes, pero no por ello agresores, devotos del PP.