martes, mayo 31, 2005

UNA DE LAS CLAVES de lo ocurrido el pasado domingo en Francia la da Hermann Tertsch (ver comentario 14):
Hasta aquí hemos llegado y quien ahora no vea y no oiga las señales de alarma en Europa debe de estar muerto y si no, merece estarlo políticamente. El electorado francés ha rechazado por 54,68% en contra y el 45,32 a favor el Tratado constitucional de la Unión Europea. El pasado 25 de febrero, el Congreso de Francia, la unión de las dos cámaras, había votado a favor del texto con 730 votos a favor y tan solo 66 en contra. Las cifras hablan alto y claro sobre la ruptura total de sintonía entre los ciudadanos y sus representantes. En Alemania, el 12 de mayo, el Bundestag aprobó la Constitución por abrumadores 569 votos a favor con solo 23 en contra. ¿Alguien cree que los ciudadanos habrían respondido de forma similar?
Es esta desconexión entre las élites políticas y la ciudadanía la que ha hecho saltar por los aires -o debería hecerlo- el dulce sueño de esa Europa a quien los exégetas del referéndum se empeñan en mantener anestesiada. Leed el resto del artículo, aunque hay algo en lo que no estoy de acuerdo: como dijo por correo-e mi buen amigo Golan, se ha convertido en un lugar común afirmar que el 55% para el "no" es el voto del extremismo. Como todo lugar común, suele ser un mito: sencillamente no cabe en la cabeza pensar que el 55% de los franceses sean extremistas.

ACTUALIZACIÓN. Je.

ACTUALIZACIÓN II. Dos estupendos artículos sobre la cuestión, de Mark Steyn: uno antes del referéndum del domingo, y otro de hoy mismo.