martes, abril 12, 2005

SE ME HACE ABSOLUTAMENTE IMPOSIBLE hacer ningún comentario a esta exposición de motivos de la ley de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha para que se aplique a Albacete el régimen de organización de los munipios de gran población (aviso: archivo .pdf):
Éramos unos cuantos en la aldea, nos apañábamos
con lo puesto, teníamos un buen pastizal para los animales,
agua abundante, uvas y hortalizas, caza, leña,
cereal en el secano y el trigal de las estrellas para los
sueños, el primero de todos con mucho tiempo por
delante porque la Historia va despacio, y si entonces
queríamos algo, seguramente sin sospechar una infinita
tardanza, era ser una gran ciudad, de forma que todo
sucedía con los pies en el suelo, por sus pasos contados.
El poblado ni siquiera tenía nombre. Vivíamos casi
a la intemperie bajo las faldas de Chinchilla –nunca
mejor dicho– y un día llegaron los beréberes, gente
ruda, y se quedaron a cenar. Es una forma de contar lo
que pasó.
Y si echamos una ojeada desde el cerro de Montearagón
lo que se ve, hasta donde la vista alcanza, es
una pradera, y tal vez una pequeña fortaleza en el
llano extendido como la palma de la mano, así que
para bautizar el territorio –olvidando toda tentación
litúrgica– en árabe por más señas, ponerle rótulo a
una calle inexistente fue sencillo: Al Basit, o sea, la
llanura, y no se hable más. Esa es la huella intelectual
que dejamos, y unos trozos de cerámica, un cantil descubierto,
pasados los siglos, en un lugar que sería
teatral, de modo que, ni aposta, ya tenía eso que llamamos
la posteridad la representación en la calle
Isaac Peral, predestinada para el hallazgo. Y después
de islámicos fuimos cristianos, déjenme que lo cuente
a salto de mata, y nuestra voluntad de crecer se fue
afianzando.
Pero es muy largo de relatar, y para ir abreviando
aquella época primitiva, pongámonos en el 1.100.
Yo no sé si me pongo en el 1.100 o en algún otro sitio, pero no os perdáis el resto porque está trufado de exquisiteces y párrafos literariamente sublimes como los que acabáis de leer (via Carlos López).