martes, mayo 25, 2004

JUAN CARLOS GIRAUTA:
Los que se dejaron las manos aplaudiendo el documental de Michael Moore representan, mal que nos pese, a la opinión pública europea, o al menos a la parte que más se oye. Es una lástima que la Europa de la abundancia, que se cree estupenda porque tiene en casa cubos de basura de varios colores y compra ladrillos de Saramago, no disponga ahora mismo de más imágenes del horror que las de las soldados americanas vejando cadáveres e inertes cuerpos desnudos de encapuchados. EEUU haría bien en sacar a la luz de una vez la sangre del 11-S. El mundo tiene derecho a ver –también– los cadáveres de Nueva York, la carne quemada, los miembros mutilados. Y las amputaciones de iraquíes a las que se refiere el extraordinario artículo de Daniel Henninger. Pero que sea en las portadas de los diarios, en los informativos de televisión del mediodía.

[...] Las atrocidades propias sólo las juzgan y castigan los sistema democráticos, de acuerdo con los valores que defiende la coalición que acabamos de abandonar. En el Irak de Sadam y en el Afganistán de los talibanes, los dos regímenes que Bush decidió derrocar tras el 11-S, se torturaba y asesinaba sin tregua. Sin opinión pública, sin fotos, y sin el rechazo de la gente guapa de Cannes. Y sin ninguna posibilidad de juicio y de castigo.

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